
Trump retrocede y busca el control del continente americano, para luego reanudar la disputa con Rusia y China
Actualidad18/12/2025
Polo Sur
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos representa un repliegue táctico en la disputa entre las grandes potencias y plantea grandes desafíos al presidente Lula.
La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos , anunciada por el presidente Donald Trump, ofrece una imagen precisa del momento geopolítico actual. La superpotencia que aún ostenta los mayores instrumentos de poder global, tanto en el ámbito militar como en el ideológico, reconoce algunas derrotas estratégicas y decide replegarse tácticamente para reorganizar sus fuerzas.
Esta retirada no significa una debilidad terminal, sino un intento de reconstruir su capacidad de acción. Y el punto de partida elegido por Washington nos afecta directamente. El foco está en el llamado «Hemisferio Occidental», es decir, las Américas, consideradas una zona de influencia natural y, en gran medida, vulnerable. Un patio trasero.
La derrota en la guerra indirecta en Ucrania es el primer elemento de esta reorientación. La expectativa de debilitar a Rusia no se materializó. Moscú conservó su aparato militar, expandió su influencia en regiones estratégicas y fortaleció sus alianzas con el Sur Global. Europa, por otro lado, pagó un alto precio económico y emergió políticamente debilitada.
El segundo elemento es la constatación de que Estados Unidos perdió la batalla de la globalización. La transferencia de la base industrial a Asia, impulsada por un capitalismo financiero que debilitó la base industrial y la clase media estadounidenses, permitió a China convertirse en la mayor potencia manufacturera del mundo. La guerra comercial, presentada por Trump como respuesta, no impidió el progreso chino, que hoy compite por el liderazgo tecnológico, financiero y diplomático.
El tercer elemento es la erosión de la hegemonía unipolar. El ascenso de China, el resurgimiento estratégico de Rusia, la formación de nuevas coaliciones globales y el fortalecimiento de los países emergentes han hecho que el mundo sea mucho más complejo. Estados Unidos sigue siendo la potencia dominante, pero ya no tiene la misma capacidad para imponer consensos únicamente mediante su poder blando.
Ante este escenario, Trump anuncia claramente sus nuevas prioridades. Si por ahora no puede dominar el tablero euroasiático, decide consolidar su retaguardia. Es en este contexto que surge el llamado «Corolario Trump», que no es más que la Doctrina Monroe 2.0, que busca impedir que China y Rusia expandan su presencia económica, tecnológica o militar en América Latina. En otras palabras: la superpotencia herida reorganiza sus líneas antes de reanudar disputas más amplias.
Este cambio presenta inmensos desafíos para el presidente Lula, cuya visión del mundo se opone diametralmente a la lógica imperialista. Lula es actualmente uno de los líderes mundiales más claramente alineados con la multipolaridad, defensor del auge del Sur Global y un activo creador de agendas de integración, soberanía y cooperación internacional. Su proyecto de política exterior busca ampliar los márgenes de autonomía y evitar la sumisión a cualquier hegemonía.
Sin embargo, la realidad interna de Brasil impone severos límites al pleno ejercicio de esta visión. El país cuenta con unas Fuerzas Armadas estructuradas según el modelo estadounidense, desde el entrenamiento y la doctrina hasta el equipamiento. Coexiste con una élite económica profundamente conectada con los circuitos financieros de Wall Street, circuitos que condicionan las decisiones de inversión, las expectativas del mercado y las orientaciones de la política económica. Y se enfrenta a unos medios de comunicación hegemónicos alineados con los intereses históricos de Washington, que con frecuencia cuestionan cualquier gesto de afirmación soberana.
En estas circunstancias, Lula tendrá que ser, más que nunca, un equilibrista excepcional. Por un lado, debe mantener su compromiso con la multipolaridad, la integración latinoamericana y la construcción de alternativas a la dependencia histórica. Por otro, deberá navegar con pragmatismo y cautela dentro de un sistema interno que se resiste a cambios profundos y que, en muchos momentos, actúa como una extensión informal de las presiones geopolíticas externas.
Trump es consciente de estas limitaciones. También sabe que muchos gobiernos latinoamericanos son susceptibles a agendas que combinan el neoliberalismo, la sumisión a intereses extranjeros y la represión interna: los tres pilares que Trump dice esperar de sus socios latinoamericanos. Al reforzar su presencia en el continente, el gobierno estadounidense intenta evitar que la región se convierta en una base de proyección para potencias rivales y busca contener cualquier proyecto de autonomía.
Hoy en día, el mundo vive una disputa estructural entre la hegemonía y la multipolaridad, entre el mantenimiento de un único centro de poder y el surgimiento de nuevas fuerzas políticas y económicas. Trump intenta reorganizar su posición en este escenario. Lula, a su vez, representa una de las voces más consistentes en el campo multipolar.
La diferencia radica en que Trump opera desde la potencia militar más robusta del planeta. Lula opera desde un país con debilidades internas que no pueden ignorarse. El futuro de la izquierda y de los proyectos soberanos en las Américas dependerá, en gran medida, de la capacidad de Lula para navegar en estas aguas turbulentas.
Autor: Leonardo Attuch
Fuente: Brasil 247


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