Vladimir Putin tiene en sus manos la temperatura de Europa: qué pasará cuando desaparezca el gas

42

Si dentro de dos meses el otoño y el siguiente inverno europeo son, en proporción inversa, tan fríos como canicular resultó el verano, Europa pasará de un régimen de confort al de sacrificio: la guerra en Ucrania apunta cada semana hacia una crisis energética mayor por la falta de hidrocarburos rusos. La guerra del frio se asoma en cada frase pronunciada por los dirigentes de la Union Europea (UE) y hasta lo que, hace cinco meses, sonaba más bien a evocaciones metafóricas ya se ha arraigado en la realidad: la famosa “sobriedad energética” ingresó en los programas políticos, en los discursos y en las acciones de los dirigentes de la UE, tanto individualmente como conjuntamente.

El último en evocarla fue el presidente francés. El pasado 14 de julio, Emmanuel Macron aprovechó la tradicional entrevista de la fiesta nacional francesa para puntualizar que la guerra en Ucrania “va a durar” y, en ese contexto, sería necesario “prepararnos a una situación en la cual deberemos prescindir del gas ruso”. Macron acusó a Moscú de utilizar el gas “como un arma de guerra” e invitó a la sociedad a “ingresar en una lógica de sobriedad para consumir menos”. Ese consumo energético hacia abajo comienza desde este mismo verano con un plan destinado a la administración pública y a los grandes grupos para bajar el consumo. En ese clima de catastrofismo energético se dieron las declaraciones del Ministro alemán de Economía, Robert Habeck: “El invierno va a ser crítico y debemos prepararnos lo mejor posible”.

Aún no hay signos por ningún lado de la tan promocionada “sobriedad energética” de cuya ausencia, al principio de la guerra, se acusó a la sociedad como si no fuera el mismo sistema el que derrocha energía. París, por el momento, sigue iluminado como siempre. Las avenidas y los Boulevares son fuegos de artificio y en las vidrieras y bares las pantallas no se apagaron. Pese a todo, poco a poco, se prepara a la gente para lo que será un invierno de bajos consumos energéticos. Vladimir Putin tiene en sus manos el confort climático de los ciudadanos europeos y el tono y el decurso de la guerra muestran que los hidrocarburos serán todavía más que antes una variable del conflicto.

El punto máximo empezó a acercarse cuando Rusia fue disminuyendo el suministro de gas a países como Alemania, Austria y los países bálticos. Luego se llegó a apenas un 40 por ciento del volumen de gas pactado cuando la empresa Gazprom frenó el funcionamiento del gasoducto Nord Stream 1 por razones de “mantenimiento”. Nord Stream 1 recorre 1.200 kilómetros por debajo del mar Báltico y llega directamente a las costas alemanas. Era, hasta hace unas semanas, la principal fuente de suministro luego de que Moscú pusiera fuera de servicio el gasoducto Yamal-Europa y bajara el flujo del gas que pasa a través de Ucrania.

Desde el lunes 11 de julio no pasa ni una gota de gas por Nord Stream 1 y nadie es, de hecho, capaz de anticipar qué ocurrirá realmente durante el invierno. Desde mediados de junio el gasoducto Nord Stream 1 entregaba escaso gas porque, según Moscú, una de las turbinas que lo alimentan (Siemens) había sido enviada a Canadá para repararla y Canadá se negaba a devolverla a raíz de las sanciones internacionales contra Rusia. Canadá se comprometió a reintegrarla, pero los europeos están convencidos de que Vladimir Putin usará el gas como un regulador de la crisis que la falta de hidrocarburos no tardará en acarrear. El próximo 21 de julio Nord Stream 1 debería volver a funcionar, pero esa fecha es más una ruleta rusa que una certeza. “No sería ninguna sorpresa que Gazprom nos diga: detectamos un problema, no podemos reactivar el gasoducto Nord Stream 1”, dijo Habeck, el ministro alemán de Economía.

Comentarios
Compartir