
Otro año termina y las promesas vuelven a quedar en palabras. Puertos que no existen, industrias que no llegaron, energía que no se ordenó y salarios que nunca encontraron solución. La gestión de Gustavo Melella cerró un nuevo ciclo con anuncios reciclados, resultados nulos y una credibilidad cada vez más erosionada. Cuando gobernar se reduce a prometer, el fracaso deja de ser coyuntural y se convierte en método.











