Vida bajo receta: los riesgos de “tapar” síntomas y medicar en exceso

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La sobremedicación es un mal moderno que afecta a médicos y pacientes. Una especialista alertó a Infobae sobre las consecuencias de administrar fármacos antes de buscar alternativas más sencillas

La automedicación está desaconsejada. Pero, ¿qué ocurre cuando es el médico el que receta un fármaco casi sin dar lugar a que el propio sistema inmune haga lo suyo?

Así, todo parece ser susceptible de diagnóstico y de ser tratado con fármacos: se indican pastillas para dormir, ansiolíticos para afrontar un duelo o rendir un parcial, y hasta para viajar en avión.

Se “medicaliza” la frustración, el desengaño, la desilusión y los sucesos normales de la vida: la tristeza, el aburrimiento, las decepciones, la soledad, los sentimientos, las desilusiones amorosas. Se pretenden mitigar con drogas los efectos de situaciones sociales, profesionales o de relaciones interpersonales y así nos convertirnos sistemáticamente en pacientes. Estar “enfermos” pasa a ser lo normal.

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La médica endocrinóloga María Alejandra Rodríguez Zía (MN 70.787) analizó que “en lugar de asumir los días de bajón o de tristeza, para el dolor de estómago o para tristezas cotidianas, las personas corren al médico para que recete algo. Y así se colocan ‘parches’ sobre cada síntoma”.

“Para el dolor se receta analgésico; para mitigar una inflamación, un antiinflamatorio; contra la acidez, antiácido; si hay una infección, el paciente se va del consultorio con la receta de un antibiótico; el insomnio se trata con somnífero; la ansiedad con ansiolítico y la depresión con antidepresivo”, enumeró la especialista, para quien “esta forma de ver la salud y la enfermedad está dirigida a que el paciente se mantenga enfermo crónicamente y siga comprando medicamentos que son totalmente sintomáticos, y que son fundamentalmente sustancias que no solucionan ningún problema, sólo calman el síntoma”.

Y tras asegurar que cada vez que una persona va al médico sólo suele llevarse una receta de un “anti”, Rodríguez Zía resaltó que “el paciente bien podría hacerse dependiente por mucho tiempo de ese medicamento y además acumular sus efectos adversos”.

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“Por ejemplo, si a alguien le duele la espalda y le dan un antiinflamatorio, y al tiempo presenta acidez, le indicarán antiácido. Luego, por la acidez, comerá más para calmar la molestia en su estómago y probablemente aumentará de peso. Entonces le subirá el colesterol y le darán un fármaco para volverlo a sus niveles normales; para luego de un tiempo sufrir probablemente el taponamiento de una arteria y recibir un un anticoagulante más un antihipertensivo”. La descripción de la especialista del periplo de médicos que implicaría semejante cuadro agota de sólo imaginarlo. Y pensar que todo habría surgido por un dolor de espalda causado –quizá– por una mala postura en la oficina.

Pero, ¿qué es enfermedad? “Enfermedad significa falta de firmeza (infirmitas), es decir, perder solidez, fuerza, seguridad, y bajo este concepto hasta el envejecimiento o la niñez podríamos denominarla así, pero no.Los médicos debemos ver a la enfermedad como aquella situación en la que el paciente debe recibir un apoyo, desde psicológico, nutricional, y aun espiritual sin por ello requerir en todos esos casos una droga, y muchas veces la buena alimentación basta y sobre todo una buena contención es la mejor terapéutica”, explicó Rodríguez Zía.

Para ella, debería recurrirse “lo justo y necesario” a los medicamentos, ya que no hay fármaco libre de riesgos. “Tampoco los hay de por vida; un medicamento puede ser adecuado en un momento de la vida de una persona, pero más adelante dejar de serlo o incluso llegar a ser perjudicial”, agregó.

No todo se resuelve con pastillas

El médico debe evaluar si un medicamento es adecuado en un momento de la vida del paciente pero luego deja de serlo (Shutterstock)
El médico debe evaluar si un medicamento es adecuado en un momento de la vida del paciente pero luego deja de serlo 

“Todo –las enfermedades también– se origina en un pensamiento, idea o emoción que se transforma en neuroquímica, y nos sana o nos enferma –puntualizó la especialista–. Dado que ‘somos lo que pensamos’, es importante controlar las emociones, meditar, hacer todos los progresos que podamos en el ámbito emocional para mantener la paz mental, ya que no puede desconocerse que el estrés emocional tiene consecuencias”.

Mejorar la perspectiva con que la persona ve su propia vida, cómo se encaran los problemas de cada día, ver la realidad desde otro ángulo. He allí, según ella, la clave para mantener la “buena salud”. “Las diferencias entre las personas está en la capacidad con que enfrentan sus dificultades”, finalizó.

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