El segundo puede ser el primero, si es que éste último no le «roba» votos al tercero, lo cierto es que Octubre esta abierto y todo puede pasar, con lo cual Scioli no tiene el podio asegurado.
Luego de una elección en la cual todos festejaron y se proclamaron ganadores, al menos ante las cámaras encendidas, la sensación que quedó flotando en el aire es por lo menos un tanto confusa.
¿Daniel Scioli ya está en las puertas de consagrarse presidente en primera vuelta? ¿O, más bien, el que tiene que festejar es Mauricio Macri, porque tiene un boleto asegurado para disputar la segunda instancia en noviembre?
¿La polarización del panorama político quedó confirmada? ¿O, a partir de ahora, hay que contar a Sergio Massa como un protagonista capaz de transformar la elección de octubre en una conversación de tres?
El lentísimo escrutinio, con sus datos a cuentagotas, no hizo más que aportar a la confusión general.
Lo cierto es que todos hicieron su análisis tomando esta elección no como lo que realmente fue -una contienda interna de las coaliciones- sino como una pre-elección, algo así como un ensayo general para los comicios «de verdad» que se realizarán el 25 de octubre.
Y, tal como ya ocurrió en 2011, la percepción es que entre las PASO y la primera vuelta que tendrá lugar ese mes habrá candidatos que podrán potenciarse y otros que verán diluir sus fuerzas.
De manera que anoche empezó la campaña de cara a octubre, con una verdadera «guerra psicológica» en la cual cada candidato pretendió mostrar que el porcentaje de votos obtenido sería apenas el «piso» a partir del cual crecerán.
Lo cierto, claro, es que también el porcentual obtenido puede convertirse en el «techo».
La batalla por la interpretación
Los discursos de los candidatos en los «búnker» partidarios dieron algunas pistas sobre lo que puede ocurrir de ahora en más.
Es claro que Scioli no tuvo su mejor noche. Para quienes saben decodificar las señales políticas, hubo muchas pruebas de ello.
Empezando por la tardanza en salir a hablar, cuando antes de la apertura de las urnas el jefe de gabinete bonaerense, Alberto Pérez, había pronosticado un triunfo muy holgado y hasta se permitió un chiste de dudoso gusto sobre cómo la oposición estaba «abriendo el paraguas» cuando ya no llovía.
Las caras de alegría que se veían en la previa habían mutado a rostros más serios cuando quien encabeza la fórmula del Frente para la Victoria salió a dar su discurso, ya pasadas las 23 horas.
Y, por momentos, el ambiente hizo acordar a la noche agridulce de Macri, cuando su «pollo»Horacio Rodríguez Larreta estuvo cerca de ser derrotado por Martín Lousteau.
A Scioli se lo veía serio y tenso. Hasta enojado por momentos. Y con una evidente intención de demostrar que la jornada había resultado a su favor.
A esa altura, había empezado la «batalla por la interpretación» de los datos. El gobernador, a contramano de la esencia de las PASO, insistía en que la forma correcta de comparar los votos era por candidatos individuales y no por alianzas.
Eso fue lo que le permitió decir que le había sacado 12 puntos a Macri, cuando en ese momento el Frente Para la Victoria le ganaba a la coalición Cambiemos por seis puntos.
No se trataba de un detalle menor: así como lo planteaba Scioli, se generaba la sensación de que era factible su triunfo en primera vuelta, algo que todo el mundo estaba poniendo en duda.
«Es un resultado contundente, lo miren como lo miren. La única verdad es la realidad», dijo, sin ocultar su ofuscación ante la resistencia del resto del espectro político a reconocer su victoria.
En todo caso, el gran tema que definirá su estrategia de cara a octubre es cómo lograr que el porcentaje obtenido ayer sea su «piso» electoral y no su «techo».
Una estrategia de difícil concreción
Para acercarse al ansiado 45% que lo pondría en zona de consagrarse en primera vuelta,Scioli debe «morder» en la torta de votos de otros partidos.
Por lo pronto, el candidato bonaerense siempre tuvo en claro que su crecimiento sólo es posible dentro del espacio peronista.
Más concretamente, está apuntando a la alianza UNA, que aglutinó a Sergio Massa y al gobernador cordobés José Manuel De la Sota.
La combinación que más le convenía era una performance electoral floja por parte deltigrense.
De esa manera, podría captar con relativa facilidad a los sufragantes del precandidato cordobés -derrotado en la interna de UNA- y también a los del propio Massa,que podrían ser sensibles a la apelación del «voto útil».
Ya había dado pruebas de ello cuando, la noche de la elección cordobesa, había iniciado suoperativo «seducción». Primero, con la explícita felicitación que le hizo llegar al gobernador electo de Córdoba, Juan Schiaretti, en la noche triunfal para el «pollo» de De la Sota.
Además, Scioli filmó un spot televisivo exclusivo para la provincia mediterránea, en el cual afirma: «Me comprometo a mantener un diálogo con el próximo gobernador Juan Schiaretti para resolver todos los temas pendientes con Córdoba».
Anoche, no por casualidad, el mayor énfasis de su discurso estuvo puesto en hacer un llamado a la unidad del peronismo. Y, sobre todo, en rechazar las alianzas que se conformanpara oponerse a un gobierno más que para formar un proyecto político.
Tiene razón en preocuparse: si entre el electorado se termina por imponer la sensación de que la elección es, en realidad, un referéndum entre la aprobación al kirchnerismo o unvoto castigo, entonces Scioli se expone a un escenario donde queda en clara minoríaelectoral.
Massa, el factor clave
¿Tendrá éxito en su estrategia de, aunque sea, robarle algunos puntos a De la Sota y aMassa para crecer así hasta la zona del 40% de los sufragios?
Todo dependerá de cuánto cale en el electorado la percepción de polarización. El antecedente de 2011 muestra que, tras las PASO, Cristina Kirchner sumó cuatro puntos y el segundo, Hermes Binner, unos cinco.
Pero claro, era un contexto muy diferente. Ahora no sólo no existe semejante ventaja entre el primero y el segundo, sino que además hay un tercero dispuesto a jugar un rol protagónico.
Massa puede afirmar con justicia que fue uno de los ganadores de la noche. Después de meses en los cuales parecía que su espacio político se desarmaba inexorablemente y que quedaría expuesto al papelón electoral y a desempeñar un rol irrelevante, finalmente consolidó una recuperación.
El discurso del tigrense debe haber dejado preocupado a Scioli, porque apuntó a todos sus puntos débiles.
Para empezar, arremetió contra el concepto de «voto útil» y cuestionó la polarización. Es decir, dejó en claro que no hará una campaña desganada y de baja intensidad hacia octubre, sino que pondrá sus esfuerzo en retener todos los electores que obtuvo a título personal, más los que le arrimó su socio cordobés.
Pero, además, Massa ratificó su giro discursivo. Ya no es más aquel precandidato «light»de las legislativas de 2013, que sólo declamaba generalidades obvias como que había que «mantener lo bueno y corregir lo malo».
Lejos de su postura anterior de oponerse al «cabaret de la denuncia», ahora quiere mostrarsetan indignado por la corrupción que hasta rivaliza con Elisa Carrió para ver quién adopta las posturas más duras.
Cárcel para los corruptos, fin a los manejos irregulares de los planes de asistencia social,nuevas normas que garanticen que no haya fecha de prescripción para quienes cometieron ilícitos siendo funcionarios… Su discurso se ha radicalizado de tal modo que cuesta creerque pueda haber en el futuro un pacto con Scioli.
Por cierto, este último será quien deberá caminar por una cornisa muy fina para sostener elapoyo kirchnerista y, además, atraer al peronismo tradicional. Todo un reto.
Por lo pronto, Scioli sufre esa situación por partida doble:
-Por un lado, se le dificultará «robarle» electores a Massa justo en un momento en el quearrecian las denuncias sobre el kirchnerismo
-Por otro, puede ocurrir que tenga una «fuga» de votantes propios en la provincia de Buenos Aires, dada la grieta que se produjo entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez.
Basta con que un porcentaje pequeño de sufragantes de Domínguez cambie su preferencia -por ejemplo, para apoyar a Felipe Solá-, para que Scioli tenga un efecto neto igual a cero en su captación de personas del peronismo cordobés, por ejemplo.
En otras palabras, el gran desafío del actual gobernador es que el porcentaje obtenidoanoche no termine siendo algo parecido a su techo.
Sus problemas no terminan allí, porque además está el contexto económico, que desde aquí a octubre podría deteriorarse.
Aunque tras la inundación en su provincia, ha vuelto a validar su fama de «incombustible», también es cierto que es difícil hacer campaña en defensa del «modelo», justo en un momento de indicadores negativos.
Macri sereno, sin bailecito y con discurso «humilde»
La contracara absoluta del candidato kirchnerista fue la de Macri. Sereno, distendido, muy diferente al semblante que había mostrado la noche de la «victoria amarga» de Rodríguez Larreta, el candidato de Cambiemos se mostró confiado en que sus chances presidenciales ahora crecieron.
Su discurso pareció más dirigido a los socios de la coalición que a la militancia del PRO. El foco fue claramente el de mantener la unidad y evitar fugas de votantes desde aquí hasta octubre.
El hecho de haber compartido escenario con Carrió y con Sanz constituyó un fuerte mensaje político. Y hasta resultó notorio el esfuerzo por no hacer sentir incómodos a sussocios: no estuvo la clásica parafernalia del PRO, con su cotillón de globos amarillos. Ni hubo pasitos de baile al ritmo de «Tan Biónica».
Pero, sobre todo, el discurso del líder del PRO ratificó por completo el «giro estatista» que había adoptado hace tres semanas. Evidentemente, siente que al mostrar una postura menos «noventista» y más abierta a reconocer logros del kirchnerismo, sus chances aumentan.
«Siento que crecí, cambié y aprendí. No creo en los presidentes que saben todo ni en los liderazgos mesiánicos», fue el guiño de Macri, dando a entender que un eventual gobierno suyo no quedaría limitado a una gestión exclusiva del PRO sino que incluiría a gente extrapartidaria.
Planteó además que «cuanto más complejo se hace el país, más humildad se necesita».
En definitiva, la primera lectura tras las PASO es que para Scioli la de anoche pudo haber sido una «victoria pírrica». Resulta muy difícil pensar que pueda imponerse en primera vuelta. Y los sondeos le dan malas perspectivas en un balotaje.
Pero claro, en Argentina todo puede cambiar de un día para el otro. Y los dos meses y medio que restan desde aquí hasta la elección de octubre van a ser un largo camino, en el cual muchos imprevistos ocurrirán, tanto a nivel político como económico.