La guerra fría bipolar ya está en marcha

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Hace pocos días, el presidente ruso, Vladimir Putin, suspendió la participación del país en el último tratado de control de armas nucleares firmado con Estados Unidos. El acuerdo New START, era el último que quedaba entre ambos Estados y se había prorrogado por cinco años en 2021. Más allá de poner en palabras el famoso dicho “el que avisa no traiciona” – a sabiendas que Rusia es el país que posee la mayor cantidad de ojivas nucleares y, en este sentido, explicita su potencial uso como último recurso – el discurso del presidente ante el Parlamento tuvo otros conceptos de relevancia para analizar.

Por un lado, Putin afirmó que desde el siglo XIX Occidente ha intentado arrebatar a Rusia sus “tierras históricas, lo que ahora se llama Ucrania”, y que financió la revolución de 2014 que derrocó a un gobierno prorruso, para apoyar un gobierno de ideología neonazi. Según Putin, “Desde el año 2014, el Donbass ha luchado para defender el derecho a vivir en su propia tierra, a hablar su lengua materna, luchó y no se rindió bajo el bloqueo y los constantes bombardeos, el odio inconfesable del régimen de Kiev, y ha creído y ha esperado que Rusia acudiera al rescate”. Una lucha que rememora las viejas disputas de avance territorial del siglo XX, trayendo a colación una batalla ideológica que, aunque quisieran darla por muerte, se recicla bajo la propia impronta del ser social.

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