La diseñadora japonesa que conquistó California

A partir de una propuesta ecológica, acorde a las tendencias, Yoshimi Radstrom fundó una marca que recrea prendas usadas

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Yoshimi Radstrom, diseñadora de Kaban+

De todas las tendencias de moda de 2017 en California, hay tres que resuenan fuerte. La influencia étnica podría ser la primera. Con patrones que remiten a comunidades antiguas de México, Japón o de algunas tribus africanas, la moda busca inspiración en otras culturas que suman valor agregado a los diseños locales, con técnicas y materiales importados. Le sigue el denim con su protagonismo eterno. California cobijó este tejido desde la creación del pantalón remachado en 1871 -de la mano de Levi’s Strauss-, fue testigo de su participación en la cultura hippie de los 60 y 70 y de su masificación como prenda urbana durante los 90, con marcas como Gap y Banana Republic. Hoy se sigue renovando y adopta nuevos formatos, gracias a manos expertas de diseñadores emergentes e -incluso- de los creativos de las firmas de haute couture. Y la tercera tendencia es la que se impone con la causa ecologista, la sustentabilidad y las prácticas éticas, premisas de muchas empresas de moda.

Nació y creció en Japón. Luego de graduarse de diseño gráfico en Osaka, comenzó a trabajar como diseñadora de estampas textiles. Durante ese tiempo se contactó con empresas que hacían negocios con California, lo que le dio la oportunidad de trabajar en una compañía en Los Angeles. Y así fue como a mediados de los 80 -con la rebeldía de Madonna, el encanto de las películas de Woody Allen y el estilo urbano americano de Calvin Klein tiñendo la cultura de la época- se mudó a Estados Unidos.

Esencia vintage

Desde hace dos años Yoshimi creó Kaban+ que combina ese gusto ecléctico y el estilo vintage que adoptó desde su adolescencia. “Siempre estaba en la búsqueda de prendas de segunda mano únicas, para darle un twist a mi look al mezclarlos con ítems nuevos, pero también porque me gustaba intervenirlas y sumarles algún componente personal”, cuenta. Y así como no se puede explicar una pasión, ella intuye que su gusto por el vintage se vincula a que cada prenda tiene una historia para contar. “Cada pieza habla del período en el que fue producida y la época que estaba aconteciendo, de su antiguo dueño, de cómo éste la adquirió y de la forma en que la prenda fue envejeciendo”, asegura.

Defensora tenaz de esta idea de sumar valor a algo viejo y extender su vida con un poco de imaginación creó un workshop, El arte de reimaginar tus prendas, con el que ayuda a otras personas a inspirarse para reformar sus prendas y así colaborar en un sistema en el que el desperdicio sea menor.

Corazón nipón

Su trabajo no empieza, como el de otros diseñadores, con un viaje de inspiración o con un patrón. La labor de Yoshimi y su equipo comienza en las tiendas de segunda mano y mercados de pulgas, donde buscan piezas específicas y también se dejan sorprender por lo que pueda aparecer entre perchas poco atractivas y cajas que parecen de desechos. “Mis lugares preferidos son Rose Bowl Flea Market, en Los Ángeles, y las ferias de Kyoto, en Japón”, cuenta.

Sus raíces niponas aparecen en el uso, sobre jeans, de antiguos textiles boro, un patchwork de denim muy difundido en Japón. “Es un material que fue reparado una y otra vez. Los campesinos japoneses no podían comprar ropa nueva, se la pasaban emparchando la ropa que tenían y de ahí surgió esta técnica que se sigue usando al día de hoy”, explica.

Lejos de su tierra natal, Yoshimi encontró en la ciudad de Los Ángeles a una comunidad floreciente, con fabricantes, creativos, diseñadores de estampas, costureros y ferias comerciales. “En los últimos años, en esta ciudad se formó una verdadera sociedad de moda, en la que todos nos vamos influenciando creativamente”, asegura.

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