Duque “contra las cuerdas”: qué dice de Colombia la crisis que tumbó al ministro Botero

69
IVAN DUQUE. BOGOTA NOVIEMBRE 8 DE 2018. FOTO: JUAN CARLOS SIERRA-REVISTA SEMANA.

La renuncia forzada del ministro de Defensa de Colombia, Guillermo Botero, es apenas la punta del iceberg en la profunda crisis política que vive Colombia.

En juego están el futuro del proceso de paz firmado hace tres años con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la estabilidad del gobierno del presidente, Iván Duque.

El mandatario vive uno de los momentos más delicados desde que llegó al gobierno hace poco más de un año.

Al escándalo por la ocultación por parte del gobierno de la muerte de siete menores en un operativo del Ejército (que llevó a la dimisión de Botero) hay que sumar que hace dos semanas el oficialista Centro Democrático fue derrotado en unas elecciones regionales históricas.

A eso se suma que la violencia política se ha recrudecido en el interior del país; que las protestas son cada vez más frecuentes en las calles (para el 21 de noviembre está convocado un paro nacional); que el desempleo lleva ocho meses por encima del 10%.

Cada una de estas problemáticas tiene sus particularidades, pero para los analistas hay un elemento unificador: Duque .

El mandatario, de 43 años, llegó al poder en agosto de 2018 de la mano de expresidente Álvaro Uribe, el político más popular de la historia reciente del país.

Hoy, sin embargo, ambos registran menos de 30% de aceptación en las encuestas, números muy por debajo de lo que al menos Uribe está acostumbrado.

El gobierno, según los analistas, lleva 15 meses sin terminar de definir su política en el tema que más divide a los colombianos, el acuerdo de paz con las FARC .

Y esa indecisión le ha complicado su relación con el Congreso, con las regiones, con las Fuerzas Armadas y con su propia bancada, que es liderada por Uribe.

La moción, una sanción política

El ministro Botero renunció el miércoles cuando estaba por convertirse en el primer ministro de la historia democrática de Colombia en ser removido por el Congreso. Lo acusaban de haber ocultado un dato: que menores murieron en un operativo del ejército.

Según Botero, el operativo a un grupo disidente de las FARC se desarrolló de acuerdo a normas internacionales. La responsabilidad de la muerte de los menores, dijo, es de la guerrilla.

“Es inaceptable que estructuras criminales sigan utilizando a los niños como escudos humanos”, señaló Paloma Valencia, senadora uribista, a los medios locales.

Y Duque, en una ceremonia militar el jueves, calificó a Botero como un ejemplo.

“Hoy le expresamos nuestra gratitud, hoy le expresamos que siempre reconoceremos en él la virtud del patriota, del que está dispuesto a dejar la zona de confort y la placidez para entregarle su servicio a un país que, como lo dice ese canto a la bandera, siempre clama tener libertad”, dijo el mandatario.

Pero la renuncia de Botero no pone fin a la moción en el Congreso .

“El Congreso espera que el gobierno anuncie un giro de política sustancial y si no lo hace le pueden aplicar la moción de censura”, asegura la politóloga Sandra Borda.

Así haya renunciado, la moción puede ser una sanción política y legal de carácter histórico.

“Yo creo que todo el mundo tiene el sensación de que el gobierno está contra las cuerdas; menos ellos, al parecer”, sostiene la analista.

¿Oportunidad o “mermelada”?

En ese sentido se pronunció el senador opositor Roy Barreras, líder de la investigación que tumbó a Botero.

“Hay una oportunidad aquí para que el presidente lidere una agenda de país hacia el futuro , que resuelva los problemas en por los menos tres temas: el respeto a la paz firmada, la recuperación de la confianza la sociedad en las Fuerzas Militares y una agenda económica para recuperar el empleo”, afirmó Barreras.

“Si hay una agenda de futuro, estamos listos a acompañarlo”, concluyó en referencia al Legislativo.

Duque necesita votos en el Congreso para poner a avanzar sus planes, entre ellos una nueva reforma tributaria después de que la primera fuera frenada por la Corte Constitucional.

Una de sus principales políticas anticorrupción ha sido no repartir dádivas en el Congreso; o “mermelada”, como le conocen en Colombia . La medida le ha valido críticas por supuestamente “no entender las dinámicas de la política”.

En la Casa de Nariño enmarcan lo sucedido el miércoles en el debate sobre la “mermelada”: “El presidente fijó una línea diferente al gobierno anterior en el sentido en que decidió no repartir las instituciones estatales y el presupuesto entre los congresistas y ese es un cambio que repercute sanamente en la democracia, porque fortalece la independencia del Congreso, y eso es positivo”, le dijo a BBC Mundo el alto consejero para la Seguridad, Rafael Guarín.

“Aquí se ha hecho un debate de control político sobre algunos asuntos relacionados con la gestión del ministro y en una coyuntura donde cambió la relación entre el gobierno y el Congreso”, aseguró.

Borda, sin embargo, encuentra que que esa presión del Congreso es para que el gobierno se comprometa con la paz: “Esto en otra época se habría resuelto con puestos, presupuesto, de otra forma, pero hoy el Congreso se está convirtiendo en un garante de los derechos humanos y en la preservación del proceso de paz”.

Sea por la mermelada o por el ejercicio de la tarea institucional de controlar al gobierno, Duque no cuenta con el apoyo del Congreso pese a tener la minoría más numerosa .

“Está en el peor de los mundos —mantiene Salud Hernández, analista de corte uribista—, porque los de derecha le piden ir más a la derecha y los de izquierda lo acusan de derechista (…) Si quiere cumplir el mandato de las elecciones (presidenciales), debería ir a la derecha”, concluye.

La paz, ¿en juego?

El contenido del acuerdo que en 2016 firmó las FARC con el presidente Juan Manuel Santos tras cuatro años de negociaciones dividió a Colombia.

Tras 60 años de un conflicto que dejó 220.000 muertos y seis millones de desplazados, los críticos lo consideraron un “cheque en blanco” que garantizaría “impunidad” para guerrilleros y la llegada al poder del “castrochavismo”.

Y aunque Duque llegó al poder subido en esta ola de rechazo al acuerdo, el presidente no ha terminado de “hacer trizas” el acuerdo, como le piden sus seguidores, pero tampoco, según los defensores, ha puesto muchos esfuerzos en implementarlo.

“El presidente no está decidiendo ni lo uno ni lo otro y en esa indecisión es que crecen estas formas de violencia sectorializadas y estos elementos en ambos bloques que se toman el poder por su mano”, afirma el sociólogo y analista Jorge Galindo.

Guarín, de la alta consejería para la Seguridad, disiente: “La discusión sobre si el acuerdo se hace trizas o no es ajena a Duque. El gobierno viene trabajando en la implementación. Es un tema superado. Hay mandatos constitucionales y estamos avanzando en la política de paz con legalidad”.

Según varias organizaciones sociales, cerca de 400 líderes sociales fueron asesinados por grupos ilegales desde que se firmó el acuerdo.

En agosto, un grupo de disidentes de las FARC, entre ellos dos importantes exnegociadores, anunció su vuelta a las armas porque el “Estado no cumplió el acuerdo de paz”.

Y en el Cauca, una zona al suroeste del país especialmente afectada por la presencia de diversos grupos irregulares, solo en una semana asesinaron a dos decenas de líderes indígenas.

” Implementar o no un acuerdo de paz no va a resolver el problema de la violencia en Colombia , porque esto va más allá de este mandato y esta legislatura y la mayoría de acuerdos de paz, entre un 55 y 60%, suelen fracasar pocos años después por los sacrificios que implican”, asegura Galindo.

“Por eso, si el gobierno de Duque no tiene una dirección clara, si no hay una coalición clara que apoye esa línea, al final estos brotes de caos van a seguir sucediendo”.

Duque tiene que tomar una decisión, piden analistas uribistas y antiuribistas. Quizá una pista esté en el perfil de la persona que nombre de ministro de Defensa.

El mandatario inisitió el jueves en el “apoyo” y “agradecimiento” a Botero.

Y su única declaración el miércoles, en la que le dijo “de qué me hablas, viejo” a un periodista que le preguntó por el bombardeo en el que murieron los menores, se hizo viral y blanco de críticas. Fue un ingrediente más para el iceberg.

Fuente: BBC

Comentarios