Una joya de la arquitectura mundial languidece en Mar del Plata

Parador Aristón. La obra del húngaro Marcel Breuer, uno de los padres del Movimiento Moderno, cumplirá 70 años en ruinas.

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Parador Ariston-barrio La Serena-mar del plata-buenos aires-31 agosto 2017-Francisco kito Mendes-freelance clarin

En el camino acantilado que une Mar del Plata con Chapadmalal, permanece olvidada una joya de la arquitectura mundial, obra de uno de los pioneros de la modernidad, de cuando ser moderno era revolucionario y hasta peligroso.

Original. Así lucía el Parador Aristón a principios de la década del 60.

Hoy, a simple vista, el Parador Ariston es una ruina ignota, pero al mirarla con detenimiento se pude descubrir algo de su aristocrática singularidad, un contorno inusualmente curvo, una forma audaz y zigzagueante de leve impronta “galáctica” muy poco habitual.

“El Parador Aristón es un edificio del que podríamos estar orgullosos”, explica el arquitecto Hugo Kliczkowski que empezó una campaña desde España, para recuperar la osamenta de una genialidad que el año que viene cumplirá 70 años .

Planos. Apoyado sobre cuatro columnas, el salón estaba en el primer piso.

 

El Aristón fue diseñada por el húngaro Marcel Breuer, alumno destacado de la primera escuela de diseño moderno del mundo, la Bauhaus, fundada en Alemania al final de la Primera Guerra Mundial.

Único. El parador es la única obra de Marcel Breuer en Lationamérica.

La obra fue encargada por la Universidad de Buenos Aires como parte del desarrollo del balneario La Serena, y después de funcionar como confitería, según Kliczkowski, se convirtió en la disco “Maryana”; en el café bar “Bruma y Arena”, y en los años 90, en la parrilla “Perico”. “A partir de 1993 el edificio queda abandonado, a su suerte o para ser más exactos: a su mala suerte”, explica y aclara que desde febrero del 2015 un cartel de la empresa española Calpevillas promete un centro comercial y cultural.

Marcel Breuer estuvo en Buenos Aires durante 8 semanas en 1947. Para ese entonces, el húngaro vivía en Estados Unidos, donde había emigrado después de que los nazis cerraran la Bauhaus. En Argentina, el maestro moderno conoció a Eduardo Catalano y a Carlos Coire, dos jóvenes arquitectos que asistieron a su seminario y formaron parte del equipo de diseñó el parador- restaurante, destinado a reuniones, baile y cócteles en Mar del Plata.

Más tarde, Coire llegó a ser decano de la Facultad de Arquitectura de la UBA (entre 1958 y 1962). Catalano construyó la Ciudad Universitaria de Núñez y el Edificio del Plata sobre Cerrito, pero es más conocido por ser el autor y el filántropo que donó la Floralis Genérica, la enorme escultura con pétalos de acero inoxidable que está junto a la Facultad de Derecho.

La Serena. El parador fue un hito en el desarrollo del barrio balneario de Mar del Plata.

La construcción del parador demandó escasos dos meses. La “caja de vidrio” de la planta baja contenía el hall de entrada, el guardarropa y los demás servicios estaban en un volumen posterior. El piso superior con forma de trébol de cuatro hojas está todavía sostenido por cuatro columnas que apenas se adivinaban dando la impresión de el edificio vuela livianamente. En su época, detrás de cortinas rojas, verdes y azules, estaban el salón, el bar y la pista de baile.

Ruina. Así se encuentra esta obra que cumple 70 años.

Obviamente, el Parador Aristón no está protegido ni figura en ningún listado de bienes patrimoniales. “Para ser incluido se debe analizar sus valores históricos, arquitectónicos y ambientales, simbólicos y sociales, como menciona el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) y la UNESCO”, explica Kliczkowski.

Proyecto. Un enigmático cartel promete un centro cultural y comercial pero sus promotores no responden.

El arquitecto argentino Enrique Madia, experto en preservación y miembro de ICOMOS internacional explica que los requisitos están cumplidos. “Se trata de la obra de un arquitecto de reconocimiento mundial, perteneciente a un movimiento arquitectónico de trascendencia y tiene innovaciones tecnológicas, como el uso del hormigón armado con grandes voladizos y de aventanamientos corridos, entre otros”.

Pero la pregunta que nos tiene que responder un especialista como Madia es si vale la pena reconstruir un edificio que está reducido a una penosa estructura vacía. “El valor del edificio está en su carácter de testimonio de una época. Una restauración integral podrá rescatar partes originales que pueden ser reutilizadas o conservadas como testigos de lo auténtico. De todos modos, la autenticidad de un edificio restaurado se juega en el mantenimiento del espíritu inicial”, explica.

Por suerte, aún después de tantas intervenciones, cambios de uso y años de abandono, el Aristón permanece fiel a su espíritu inicial, aunque sea como una ruina de una desaparecida Acrópolis de la modernidad argentina.

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