Lula y Dilma: Pierden la votación y habrá juicio político

Dilma Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva se encuentran decepcionados con el voto a favor de la destitución de la Presidente. "El engaño", resumió el ex presidente Lula da Silva la votación a favor de la destitución del ex ministro de Transportes, Alfredo Nascimento (PR-PM), un aliado. Para el gobierno, en su caso, todo un símbolo, votó impulsado por venganza por haber sido despedido por corrupto por Rousseff en 2011. En el PT ya se admite que la victoria es imposible.

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La proyección realizada por la consultora Datafolha basado en el voto hasta el momento en la Cámara de Representantes indica la aprobación del proceso de impugnación de la apertura de la presidenta Dilma Rousseff (PT).

Hasta 20:00, 194 diputados votaron “sí”, es decir, por la salida de Rousseff. La tendencia indica que la oposición obtendrá el número mínimo de 342 votos a favor del juicio político, de acuerdo con la estimación del instituto de investigación.

La votación en la Cámara no significa la eliminación inmediata de Dilma.La decisión de los diputados todavía tienen que ser confirmada por una mayoría simple en el Senado, lo que debería ocurrir a principios de mayo.

La Cámara baja promueve un juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff por cargos de manipulación de las cuentas presupuestarias, iniciativa banal que podría acelerar el fin a 13 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT).

La crisis política, que se produce mientras Brasil vive su peor recesión desde los años 1930, ha dividido profundamente al país y provocó una durísima pulseada entre Rousseff y su vicepresidente, Michel Temer, quien la sucedería si es destituida, tal como Urgente24 advirtió varios meses atrás a la vez que sostuvo que se ignoraba por qué el PT no le daba importancia a aquel asunto.

En una frenética ronda de negociaciones de última hora, Rousseff pareció recuperar el sábado 16/04 el apoyo de algunos legisladores indecisos, sin alcanzar aún el tercio de votos necesario en la cámara de 513 escaños para evitar ser sometida a un juicio político en el Senado.

Es imposible imaginar una tramitación tan rápida y precisa del proceso de destitución de Dilma Rousseff en Brasil sin Eduardo Cunha, diputado del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), investigado en el caso Petrobras por tener millones no declarados en Suiza y vivir como un sultán: él tiene la presidencia de la Cámara de  Diputados.

Tal como ha señalado el politólogo Leon Victor de Queiroz, el cargo de Cunha es más importante que el de jefe de gabinete de la presidenta. No solo por el poder de aceptar o rechazar las peticiones de impeachment (juicio político), sino por la potestad de gobernar en la agenda real del país. Dilma Rousseff podría haber considerado eso antes de pelearse con él, si hubiera pensado más en estrategia política y menos en la lógica de guerra y resistencia que parece guiarla.

En cuanto a los principales líderes de la oposición —incluyendo a Fernando Henrique Cardoso— es vergonzosa esa alianza carnal con Cunha.

Es una jornada maratoniana y un tanto desordenada. Y es la sesión más larga de la historia del Parlamento, y los diputados tienen que hacer su mejor esfuerzo para provocar, tener protagonismo, que la audiencia se fije en ellos  y ganar aplausos. No se trata de convencer a nadie: las negociaciones se hacen en los pasillos, a contrarreloj.

Por eso los diputados, conscientes de que la sesión se transmite en directo en la televisión, repiten machacona y vehementemente, con lujo de gestos, los mismos argumentos:

> Rousseff debe caer por el bien del país, gritan los opositores;

> Destituir a Rousseff en un juicio político es un golpe de Estado, claman los cada vez más escasos aliados del Gobierno.

El carismático predecesor de Rousseff, Luiz Inácio Lula da Silva, lideró la ofensiva negociadora para mantenerla en el cargo e hizo que gobernadores de varios estados presionaran el sábado16/04  a los parlamentarios, devolviendo el impulso en favor de la mandataria.

“La participación de los gobernadores está demostrando ser decisiva”, dijo Paulo Teixeira, uno de los líderes del PT en la Cámara baja.

Miles de policías iban a ser desplegados el domingo en la capital, Brasilia, y en las megalópolis de Sao Paulo y Río de Janeiro, donde se espera que cientos de miles de manifestantes a favor y en contra del juicio político tomen las calles.

Una valla de 2 metros de alto levantada en el exterior del Congreso, a lo largo de más de 1 kilómetro, simboliza la aguda división política en la que sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo.

Los sondeos sugieren que más del 60% de los 200 millones de habitantes de Brasil está a favor del juicio político a Rousseff, cuyo círculo íntimo se ha visto salpicado por un gran escándalo de corrupción en la compañía estatal Petrobras

Los diputados brasileños no gozan de una gran reputación. El 60% de los miembros del Congreso tienen causas pendientes con la Justicia, según la ONG Transparencia Brasil. Y la histórica sesión que este fin de semana decide el futuro de la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, no ayuda precisamente a mejorar su imagen.

Hay 10 legisladores que participaron del impeachment del ex presidente Fernando Collor en 1992, quien hoy día es senador y votará si el caso llega a la Cámara alta.

La amplia presencia de diputados muestra que no tuvo impacto la estrategia oficialista de favorecer la ausencia de legisladores.

La Presidenta brasileña espera en la residencia oficial de la Alvorada, acompañada por sus ministros más próximos, la crucial decisión de la Cámara de Diputados sobre la apertura de un juicio político en su contra.

La jefa de Estado almorzó con Luiz Inácio Lula da Silva.

Para que el proceso llegue al Senado, que tendrá la palabra final sobre la eventual apertura del juicio político, la oposición necesita hoy de una mayoría calificada de 342 votos entre los 513 posibles.

Si el proceso avanza, el Senado deberá pronunciarse y decidir si acepta las acusaciones e instaura el juicio político.

En ese caso, Rousseff sería separada del poder durante 180 días, que sería el plazo que el Senado tendría para realizar el trámite que pudiera concluir con su destitución.

Durante ese período, el lugar de Rousseff sería ocupado por el vicepresidente Michel Temer, quien rompió sus relaciones con la mandataria y ha dedicado las últimas semanas a consultas sobre lo que sería su posible Gobierno dado que si se llega a la destitución le tocará completar el mandato que acaba el 1 de enero de 2019.

Uno de los carteles que más se exhiben últimamente es el que reza “Tchau, querida”. Se trata de la frase que el expresidente Lula da Silva le dijo a Rousseff para despedirse de ella en una conversación telefónica, grabada y divulgada por el juez Sérgio Moro, instructor del Caso Petrobras. La frase ha tenido éxito en la calle. Pero la oposición se la ha apropiado como eslogan para pedir la destitución de Dilma.

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