Intereses de más del 100% para el que no paga el total del resumen de la tarjeta

Con una expectativa de inflación cercana al 6% para abril, las entidades financieras subieron los costos de financiamiento del “dinero plástico”. En 2015 la tasa se ubicaba en 40%. Hoy, parte de 60%.

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La tarjeta de crédito, ese elemento que la clase media en forma regular utilizan para hacer compras, en épocas de crisis se convierte –inevitablemente- en un instrumento de financiamiento del gasto fijo o el gasto corriente. Y la cuenta es casi una obviedad, pero no falla: en épocas de alta inflación, como la actual, los bancos disparan los costos de financiar con el “plástico”.

En la actualidad, pagar el mínimo o no pagar el total del resumen puede costar más de un 100% anual, según revelan las tasas que aplican los propios bancos y estudios privados.

En la economía doméstica, el conjunto de gastos que no está vinculado a un contrato o a una obligación determinada son los gastos fijos, como la hipoteca, el teléfono o el alquiler; mientras que los gastos corrientes son necesarios pero más flexibles que los fijos, es decir, no se puede prescindir de ellos, aunque sí es posible modificarlos de alguna manera, por ejemplo, cambiando nuestros hábitos de consumo.

Para tener en cuenta a la hora de gastar con tarjetas, no sólo el costo del financiamiento se mide por la tasa que aplica el banco: hay “costos ocultos”, como cargos fijos, seguro de vida por pago en cuotas y saldo impago e impuestos (IVA, Ingresos Brutos), todos elementos que pegan de lleno en el bolsillo.

Entre las tasas que se aplican hoy, según datos del Banco Central, sólo para financiar gastos de tarjetas (sin contar punitorios ni otros gastos antes descriptos) el banco Hipotecario cobra una tasa de 55%, el Galicia, 50%; el Itaú, de 54%; el Santander Río, de 53%; el Citi, de 50%; el ICBC, de 54%; el Bapro, de 42%; el Ciudad, de 54%; el Comafi, de 54%; el HSBC, de 55,5%; el Patagonia, de 52%; el Nación, de 52%, y el Supervielle, de 53%.

Por eso, siempre resulta una buena idea chequear el costo final de financiar los saldos en tarjetas de crédito antes de tomar decisiones de pagos totales o parciales.

Sin ir más lejos, semanas atrás, trascendió el incremento de las tasas que cobran las empresas de tarjetas de créditos por los planes de cuotas, una suba que llegó a ser de hasta 5 puntos y que llevó a la tasa de financiación en 12 cuotas al 58%.

Desde febrero pasado, el Banco Central mantiene las tasas de las Lebacs cercanas al 40%, una política que, según el propio presidente de la entidad,Federico Sturzenegger, mantendrá hasta tanto no se perciban “señales inequívocas de una merma en los niveles de inflación”.

Y las tasas no hacen distinción de marca y color: Visa, Mastercard, American Express, Diners, o las locales Cabal, Naranja, Credencial y Carta Franca, y otras menos conocidas como Genial, Fértil y Huilén; a las que pueden sumarse las que generan grandes cadenas de retail como Jumbo e Easy (Cencosud), Wal Mart, Carrefour, Macro o La Anónima, entre las 179 que se encuentran operativas en el mercado argentino, según datos del BCRA.

La consultora financiera Deloitte advierte que si el año pasado las tasas nominales anuales se ubicaban en el 40%, ahora el piso es del 60%, un porcentaje que va en aumento en la medida en que persiste la expectativa de inflación.

“No hay que olvidar que se espera un índice de precios en 6% para abril. Ese 60% termina siendo más de un 80% y hasta 100% cuando la tasa es efectiva y se le agrega el IVA, seguro de vida y gastos administrativos”, asegura Daniel Vardé, socio de Deloitte Argentina.

Por eso, el medio más popular de respaldo crediticio de las familias argentinas se tornó, en los últimos meses, en el más oneroso para las finanzas personales. Y los costos no solo varían según la marca de la tarjeta; también están íntimamente ligados a la entidad emisora (Nación, Santander Río, Francés, Provincia, Galicia, por nombrar algunas).

Un informe de la consultora revela que los costos pueden ser de 7% a 8% mensual. Y si bien la mayor parte de las entidades bancarias cobran una tasa del 55% anual, ese número termina derivando en una tasa de entre 70% y 80%, siendo uno de los casos extremos el del Banco Popular del Neuquén, que llega 104%.

PAGAR O NO PAGAR. En un año económico para las finanzas domésticas que plantea, al menos por ahora, tasas altas, nuevos precios y sueldos viejos, el consumidor que no suele pagar el saldo total de la tarjeta de crédito al vencimiento tiene dos alternativas: deja de consumir (si puede) y cumplir con el total de lo adeudado para no pagar mucho interés, o no completar el pago total sencillamente porque no puede hacerlo.

Al cierre de cada ciclo, las tarjetas de crédito hacen un balance e informan al cliente dos posibles pagos, el mínimo, que vendría a ser el importe necesario para que el plástico se mantenga activo, o el total, para no pagar intereses de financiación ni punitorios. Cabe aclarar que los intereses varían según el importe que se deja adeudado y por la cantidad de días que pasan desde el vencimiento hasta que se cumple con el pago.

Para Mariano Otálora, director de la Escuela Argentina de Finanzas Personales, “quien paga el mínimo no mira la tasa, no sabe lo que paga de más o simplemente no puede hacer otra cosa”. No obstante, dijo que entre el 60% y el 70% de los consumidores cubre el saldo total y menos de 10% paga solo el mínimo.

Una cifra revela el altísimo costo de financiarse con la tarjeta: si sistemáticamente se deposita solo el mínimo, la deuda se termina de pagar en 15 años.

De todas formas, siguen siendo recomendables las compras del Programa Ahora 12 y las cuotas sin interés, aunque ambas disparen costos por seguros de vida y recargos administrativos que suelen ser bastante discrecionales.

No respetar los vencimientos y usar los pagos mínimos representa un excelente negocio para los bancos y las financieras, ya que las empresas operadoras de tarjetas prestan con los costos de girar en descubierto en el sistema bancario.

Es uno de los ingresos más significativos para las tarjetas es financiamiento de saldos por pagar el mínimo, debido a los altísimos intereses.

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