Instagram: Ya superó a Twitter

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Instagram: Ya superó a Twitter

La red social de las fotos anunció en la semana que había alcanzado los 400 millones de usuarios activos

La red social de las fotos anunció en la semana que había alcanzado los 400 millones de usuarios activos

una de las primeras columnas que escribí para el suplemento SABADO, en septiembre de 2012, daba cuenta de que Instagram había alcanzado los 100 millones de usuarios. Cinco meses antes, Facebook se había quedado con esta red social a cambio de 1000 millones de dólares, una suma que suena enorme (es enorme), pero que resulta pequeña en comparación con, por ejemplo, los 22.000 millones que pagó la empresa fundada por Mark Zuckerberg por WhatsApp .

Tres años después, Instagram acaba de alcanzar los 400 millones de usuarios. Más importante todavía, la cifra supera la audiencia de Twitter, y por mucho. La red de los trinos tiene 500 millones de usuarios, pero poco más de 300 millones están activos. Dato en la misma dirección: mientras que Facebook en 2013 había crecido el 3%, la red de las fotos cuadradas (que ahora ya no tienen por qué ser cuadradas) había sumado un 23% más de suscriptores activos. Considerando la complejidad, el número de empleados y los costos de mantenimiento de uno y otro servicio es como que una pilita AAA entregue más potencia que Atucha.

Como he adelantado en esta columna otras veces, estamos avanzando hacia la etapa post social de Internet. Esto no quiere decir que el estilo de Facebook o Twitter vaya a desaparecer. Más bien al revés. Los damos por sentado. De modo semejante a como no podemos imaginar cómo era orientarse sin el GPS, tampoco podemos pensar nuestras vidas en línea sin las redes sociales. Esto tiene un costo: Facebook y Twitter ya no nos hechizan como antes.

Posiblemente ése sea uno de los motivos (no el único) por el que su crecimiento está planchado. Por mucho que añadan características avanzadas a una tasa que corta el aliento, ya no atraen multitudes como hace años atrás. Están ahí y van a seguir ahí, en tanto encuentren los mecanismos correctos para monetizarse, un área en la que Twitter tiene más problemas que Facebook, pero que es conflictiva para todos los participantes del negocio. Si no logran mantenerse a flote, alguno de los que siguen amasando fortunas, como Google y Apple, ambos en pie de guerra, los fagocitarán y relanzarán. Internet hoy es social por definición, porque las personas somos sociales por definición.

En este escenario, Instagram constituye un misterio. ¿Por qué no reduce su tasa de crecimiento? No tiene ni una millonésima parte de la influencia política de Twitter, pero lo superó en usuarios activos. No tiene ni por asomo el engagement de Facebook (pasamos sólo unos minutos por día en Instagram y hasta hora no permitía reposts), y sin embargo ya alcanzó una tercera parte de la audiencia del gigante de las redes sociales.

Una posible explicación es que las imágenes, salvo casos muy excepcionales, no necesitan traducción. Sigo, por ejemplo, a un arquitecto que vive en Oslo, la capital de Noruega, y que saca unas fotos extraordinarias. Firma como @singstad y hasta hemos cambiado algunos comentarios (en inglés). Pero, en esencia, nuestro vínculo es visual.

El punto no es que ignoro casi todo sobre el idioma de @singstad. El punto es queexisten varios miles de idiomas en el mundo, e Instagram puede atravesarlos todos sin encontrar resistencia. Tampoco es que siga a muchas personas que se expresan en idiomas que no conozco, pero la capacidad de Instagram de trascender fronteras es mucho mayor que la de Facebook y Twitter, confinados por definición a un localismo más o menos tan estricto que, muchas veces, termina por compartimentar sus audiencias en niveles provinciales y distritales.

La vida en un clip

Con mayor o menor suerte, todas las redes han sumado la posibilidad de subir pequeños fragmentos de video. Pero en Instagram esta transición fue más natural y supo ser explotada por diversos sectores, desde bandas de rock hasta The National Geographic y la Estaciona Espacial Internacional, por citar dos que me encantan (pero hay cientos). Pocas palabras e imágenes y clips elocuentes son una fórmula imbatible.

No me oirán decir que una imagen vale más que mil palabras, porque no creo en eso, pero definitivamente demasiadas palabras, sobre todo si no aportan nada, pueden opacar un buen contenido audiovisual. Instagram se sacó ese lastre de encima desde el primer día. El fotógrafo Emiliano Lasalvia, a quien entrevisté en julio de 2015 sólo ha usado un epígrafe una vez en su Instagram. Todas las demás fotos hablan por sí solas.

Debido a su minimalismo y economía de recursos, Instagram funciona también como un historial fotográfico de tu vida, uno que, además, llevás en el bolsillo. Mientras que en Twitter y en Facebook todo se convierte en un pasado enmarañado y difícil de releer, Instagram es la nueva caja de zapatos llena de fotos que, cada tanto, nos solazamos mirando y recordando.

Con la película fotográfica podías sacar 12, 24 o 36 fotos por rollo, y excepto los profesionales, nadie se gastaba una decena de rollos por año; y aún si lo hubiéramos hecho, estaríamos hablando de no más de 360 imágenes. Las cosas han cambiado un poco desde entonces y hoy acumulamos miles, a veces dentro de un simple teléfono. Un embrollo inmanejable y muy difícil de navegar.

Pero a Instagram sólo subimos esas tomas que nos parecen buenísimas (lo sean o no).¿Da para Instagram, no?, preguntamos, y, sin darnos cuenta, vamos creando una concisa biografía visual. De esas miles de fotos que sacamos quedan unas pocas docenas. Lo único que debería hacer esta red social es mostrar la fecha, en lugar de la cantidad de días o semanas que hace que las subimos.

Me pregunté durante mucho tiempo (y seguramente ustedes también) por qué esta red no permitía hacer repost de las fotos que te gustaban. Ahora se puede, aunque no a toda la línea de tiempo. El motivo por el que no añadieron un repost al estilo Twitter y Facebook, lo veo ahora, es que complica. Y el sello de Instagram (de momento, y espero que no lo arruinen) es la sencillez.

Otro de los aspectos asombrosos de esta red social es su ductilidad, un rasgo que comparte con Twitter. Uno puede no usarlo para subir sus imágenes, sino para seguir a fotógrafos y otros artistas visuales. O a Messi, para el caso. O restaurantes. O fabricantes de autos. O bodegas. E incluso es posible combinar ambos modos, porque en el botón que lleva a nuestro perfil siempre tendremos nuestra caja de zapatos lista para una recorrida nostálgica.

Además, tengo la impresión de que existe un balance entre lo que cada red social ofrece y lo que nos demanda (aparte de los datos que nos sustraen subrepticiamente, pero ese es otro asunto). Por ejemplo, el esfuerzo que exige Facebook me resulta prohibitivo. Paso dos o tres veces por día. Quizás cuatro. Miro por arriba, me extravío, cada tanto visito un link, le doy like a un par de amigos, y me voy. Hace mucho que no publico nada y cada vez comparto menos las cosas de mis amigos virtuales. En serio, es una enormidad de trabajo, no puedo mantener esa ventana abierta todo el día. Twitter es bastante demandante, pero con un poco de configuración puedo mantenerme más o menos al día y además publicar información que me parece útil para mis seguidores. Admito, sin embargo, que muchas veces tengo que optar entre pasar mi tiempo libre con mi familia y hacerlo en la línea de tiempo. No hay mucho que pensar aquí.

Instagram, en cambio, es cero esfuerzo. Mirás, das like con un doble toque, sacás fotos, elegís filtros, las subís, y ya. El hecho es que, por esto, por lo dicho antes o por alguna otra razón, ya somos 400 millones y nos entendemos sin decir palabra.

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