Extranjeros en la nieve

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Las historias de tres instructores europeos que, por distintos motivos, eligen los centros de esquí de la Patagonia para trabajar y disfrutar

Lejos de sus países de origen, son varios los extranjeros que trabajan en distintos centros de esquí de la Argentina, y con distintos acentos y costumbres, atesoran historias de vida que se pueden conocer en la temporada de nieve local.

Fernando Rivera Carrión

Como el español Fernando Rivera Carrión, de 41 años, instructor de esquí y skiman especialista en reparación y preparación de equipos, que recaló en San Martín de Los Andes hace 4 años. “La decisión de hacer temporada aquí es una historia muy larga. Llegué hasta San Martín por mi cuñada María José y mi sobrino Erik, el hijo de mi hermano, que murió cuando Erik tenía 3 meses. Por entonces, mis amigos Fede Podetti y Carlos Moreno me ofrecieron venir a trabajar en su tienda de esquí para de esa manera poder ver y disfrutar de mi sobrino e intentar transmitir junto con su madre todos los valores que a mi hermano le hubiera gustado transmitirle”, cuenta el español que comenzó a esquiar en Sierra Nevada a los 3 años, y asegura que lo que más le llamó la atención de esta ciudad es la hermosura de los paisajes, la magia de perderse en el bosque y sobre todo la amabilidad de su gente, que lo acogió como uno más desde el primer día.

Carrión comenzó a trabajar como entrenador de esquí a los 15 años, y al cumplir 18 ya había pasado a integrar el staff de la escuela española de esquí en Sierra Nevada. “Desde siempre quise dedicarme a este trabajo en la montaña, que es lo que más me gusta. A los 18, cuando termine mis estudios, dediqué un año para saber realmente qué quería hacer con mi vida y reafirmar mi vocación”, recuerda el español, que realizó su formación en la escuela española de esquí y la escuela de esquí adaptado de Colorado (Estados Unidos). “La parte de reparación de esquí lo aprendí de muchas horas de ver a mi padre y hermano que se dedicaban a esa actividad”, explica Carrión, especializado también en las clases de esquí, telemark (una técnica de esquí) y esquí adaptado. Y concluye: “Espero esta temporada trabajar y disfrutar mucho, ya que en Europa fue una temporada tardía y muy floja”.

De España al Fin del Mundo

Vicent Nebot
 

Oriundo de Valencia, en el verano de 2014 al instructor de esquí Vicent Nebot (38) le surgió una oportunidad de trabajo en Cerro Castor y no lo dudó. Ya va por su tercera temporada trabajando en el centro de Ushuaia, esta vez acompañado por su pareja, que también es instructora de esquí.

“Cerro Castor es un centro de esquí muy agradable, con muy buenas pistas, muy buena nieve y un paisaje único, donde personalmente trabajo muy a gusto. Se trabaja mucho, pero las temporadas son así”, asegura Nebot.

En temporada alta, su rutina como instructor de esquí comienza bien temprano, cuando después de viajar 40 minutos en autobús, llega a la escuela del Cerro. Todavía de noche, comienza a planificar su día de trabajo con los demás instructores. Cerca de las 9.30 ascienden a la cota 480 y a las 10 comienzan con las clases particulares y colectivas. “A veces, según las reservas, comenzamos un poco más tarde, lo cual nos permite hacer un par de bajadas de calentamiento para ver cómo están la nieve y las pistas. En temporada alta normalmente trabajamos hasta las 17, y a las 17.30 ya tomamos el autobús de vuelta a la cuidad”, sigue Nebot, que además es maestro de Educación Física y Licenciado en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte.

Nebot cuenta que comenzó a esquiar a los 5 años en el Pirineo Catalán, donde se había mudado con su familia. Vivían en un pueblo llamado Puigcerdá, en un valle rodeado de montañas y centros de esquí, españoles y franceses. Esquiaban en La Molina, La Masella, Porté-Puymorens, Font-Romeu-Odeillo-Via, Pas de la Casa, todos centros pequeños cercanos al valle, en la frontera con Francia y Andorra.

Como instructor de esquí, Nebot se ha dedicado a trabajar con niños, ya que los últimos 10 años da clases en un colegio en Andorra, el Col·legi dels Pirineu. También colaboró durante unos 6 años con la ONCE (Organización Nacional de Ciegos España), dedicada a la enseñanza de esquí a personas con discapacidad visual, y también como guía en algunas competiciones nacionales.

“Básicamente me gusta la enseñanza, pienso que la montaña es un buen lugar para formar personas. Y si además se puede aprender a esquiar, resulta mucho más divertido. Si son debutantes, se trata de enseñarles nociones básicas para que se puedan deslizar con seguridad. Cada persona es diferente y necesita que le des toda la confianza del mundo. Si los alumnos son un poco más experimentados, se les pregunta qué esperan de la clase, cuáles son sus objetivos. En cualquier caso, la propuesta siempre es hacerlos disfrutar del esquí y la montaña”, concluye.

De Rusia con amor

Alexei Mexiniaev
 

La historia del ruso Alexei Mexiniaev (55), instructor de esquí en el Cerro Chapelco, merece un capítulo aparte. En 1976, con apenas 16 años, Alexei conocíó a su actual mujer argentina que por entonces vivía en Moscú junto a su familia. Enseguida se enamoraron, pero seis meses después debieron separarse porque ella regresó a la Argentina. Pasaron quince años hasta que recién en 1991, cuando la situación política cambió en la entonces Unión Soviética, Mexiniaev pudo viajar a la Argentina para encontrarse con su chica. “No fue fácil el reencuentro, habían pasado quince años, pero finalmente me casé con ella y me quedé definitivamente en la Argentina”, sintetiza el moscovita, que también es arquitecto y caricaturista.

Alexei cuenta que vivió los primeros 10 años en el país sin saber que existían centros de esquí locales, hasta que un amigo lo invitó a conocer la Patagonia y por fin descubrió las montañas argentinas. “Coincidió con la crisis de 2001. Por entonces vivía en Buenos Aires y casi me quedé sin trabajo. Enseguida me inscribí en los cursos de la Asociación Argentina de Instructores de esquí y Snowboard (Aadides) y nos fuimos a vivir a Bariloche”, recuerda. Unos años después Alexei ingresó a la Escuela de Esquí Chapelco, y finalmente se mudó a San Martín de los Andes junto con su mujer Irene, y su hija Aliona.

“Comencé trabajando como instructor. Me encanta la naturaleza de este lugar. Es hermosa y parecida a algunos lugares de mi país, que extraño mucho. En Chapelco hay una sola escuela de esquí, y todos los que trabajamos acá somos como una familia grande. Pasamos mucho tiempo juntos, es muy linda la sensación de pertenencia”, sigue el ruso, en un perfecto español.

Y añade: “Después de trabajar mucho tiempo en un lugar empezás a conocerlo bien, al igual que a su gente, y descubrís su magia. Siento que este es el mejor lugar del mundo, y mi trabajo, el mejor del mundo”.

Cuando termina su día de trabajo, junto con sus compañeros, son los últimos en bajar de la montaña. Alexei lo hace con su amigo y profesor de instructores Guayan, mientras practican algunas técnicas de buena esquiada. En la base del cerro recalan en un barcito. “Hay música, buena onda. Luego bajamos al pueblo y allí todavía sigue el día. Algún compañero siempre tiene una fiesta, o un cumpleaños. Son lindos momentos. La temporada es bastante corta, y tratamos de aprovechar cada día para disfrutar la vida”, se despide Mexiniaev.

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