Brasil elige presidente: la derecha dura de Bolsonaro o el regreso del PT con Haddad

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Más de 147 millones de brasileños están habilitados para concurrir a votar este domingo en elecciones tensas, con el diputado de derecha Jair Bolsonaro como amplio favorito pero sin certezas de lograr la mayoría absoluta de los votos que le permita evitar un segundo turno el próximo domingo 28 con el postulante del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.

Las últimas encuestas difundidas este sábado acercaron al exmilitar al umbral necesario, pero no de un modo decisivo. La realizada por la consultora MDA le otorgó una intención del voto del 42,6%, un crecimiento fuerte de 7 puntos con respecto al sondeo realizado a fines de septiembre. En tanto, el exalcalde de San Pablo y heredero político del encarcelado Luiz Inácio Lula da Silva obtiene un 27,8%.

Más atrás se ubican el laborista Ciro Gomes (11,5%), el socialdemócrata (conservador) Geraldo Alckmin (6,7%) y el resto de los candidatos, lo que marca el fracaso de las terceras vías en comicios tan polarizados.

Todos esos guarismos se obtienen desechando los votos blancos y nulos, tala como ocurrirá en el escrutinio. Así, para ser declarado vencedor en la primera vuelta, Bolsonaro debería obtener la mitad más uno de los votos válidos (emitidos en favor de algún candidato).

En tanto, otra de las consultoras de referencia, Ibope, arrojó, con el mismo criterio, 41% para “El Mito”, 25% para Haddad, 13% para Gomes y 8% para Alckmin. Por último, Datafolha dio 40%, 25%, 15% y 8%, respectivamente.

Si todo eso se cumple, habrá un segundo turno apretado, con leve ventaja para el derechista, pero dentro del margen de error.

Más allá de esas coincidencias, conviene llamar a la cautela: no es la primera vez que las encuestas se equivocan en grande en este país. Las urnas estarán abiertas entre las 8 y las 17 (igual horario que en la Argentina) y el resultado se conocería alrededor de las 23.

Además de presidente y vicepresidente, se elegirá a los 513 diputados que forman la Cámara baja, a dos tercios de los senadores (57 sobre un total de 81), a los gobernadores de los 26 estados y del Distrito Federal y a sus respectivas legislaturas estaduales.

Se vota en todo el país con el sistema de urna electrónica, porque el que los ciudadanos deben llevar anotados el número de sus candidatos preferidos para cada categoría y pulsarlos en un teclado. El sistema ha sido sospechado de fraudulento por Bolsonaro, pero fue declarado totalmente confiable por la justicia.

Están en juego dos visiones de Brasil, antagónicas al punto de haber generado la mayor grieta que recuerde este país. Bolsonaro carga con un historial de declaraciones misóginas, homofóbicas, racistas y antimarxistas, pero creció por encarnar mejor que ningún otro postulante el odio que literalmente siente buena parte de la clases medias brasileña al PT, al que emparientan con una corrupción de enorme alcance.

Haddad, en tanto, logró crecer desde un 4% debido al respaldo que le dio Lula da Silva, preso por corrupción e inhabilitado por la justicia electoral. Su apuesta es al carisma del expresidente y al recuerdo que amplios sectores populares tienen de los años de gobiernos petistas, que lograron sacar de la pobreza a más de 30 millones de brasileños, pero los escándalos ventilados por la operación Lava Jato son su gran talón de Aquiles.

Guilherme Casarões, doctor en Ciencia Política por la Universidad de São Paulo y profesor en la Fundación Getúlio Vargas, le dijo a ámbito.com que “los dos principales candidatos ofrecen soluciones fáciles para los brasileños. Mientras el PT quiere rescatar el pasado glorioso del Gobierno de Lula, ignorando que las condiciones económicas, políticas y sociales son ahora muy diferentes y peores, que hace quince años, Bolsonaro ofrece el discurso radical de eliminar o PT y, por lo tanto, acabar con la corrupción, y mejorar la seguridad pública, además de retomar el orden y loas ‘buenas costumbres'”. “Ninguna de esas soluciones es realista, pero tocan directamente la dimensión emocional de los electores”, agregó.

El proceso de transferencia de votos de Lula a Haddad fue complejo, al punto que algunos de ellos parecen recalar, curiosamente en Bolsonaro.

En ese sentido, una polémica medida cautelar concedida por un juez del Supremo Tribunal Federal, Luiz Fux, impidió que Lula concediera entrevistas a medios nacionales en las que, se suponía, llamaría a sus seguidores a votar por Haddad. Tal situación generó vehementes denuncias de censura.

Va de suyo que ni Bolsonaro ni Haddad lograrán mayoría en el Congreso, lo que obligará a quien gane a pergeñar alianzas con diversos partidos para asegurar su gobernabilidad.

Llega así a su término una campaña dramática, con quien era el principal favorito, Lula da Silva, preso, y con Bolsonaro recuperándose aún de un atentado con un cuchillo que le valió dos cirugías (necesitará otra, ya que está con una colostomía) y una larga internación. En el medio, el propio Bolsonaro denunció fraude y amenazó con desconocer cualquier resultado diferente a su triunfo; su vice, el general Hamilton Mourão, habló de autogolpe; y el jefe del Ejército, Eduardo Villas Bôas, presionó en varias ocasiones con llamativas declaraciones a la prensa para que la justicia fallara contra Lula.

Fuente: ambito.com

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