El martes Apple presentó el iPhone X y confirmó meses de rumores: el teléfono no usará la clásica huella digital (que debutó en un Motorola Atrix y Apple convirtió en un estándar ineludible) sino que estrenará el Face ID, un nuevo sistema que usa su rostro como identificación.
La modalidad utilizará una tecnología desarrollada por la firma israelí PrimeSense (que Apple adquirió en 2013) y usará sensores y un láser para crear un modelo 3D de la cara del usuario, basado en 30.000 puntos registrados; la precisión del sistema hace que, según Apple, sea mucho más seguro que las huellas, y no pueda ser confundido con una máscara o una persona parecida.
Incluso reconoce al usuario si se afeita la barba, se corta el pelo o tiene anteojos oscuros (salvo que sean polarizados). La tasa de error para un sensor de huellas dactilares es de 1 en 50.000, dicen desde Apple; del Face ID es uno en un millón.
Sin embargo, el viernes se difundió que Qualcomm, el fabricante de los chips de gama alta y media de los teléfonos Android, y la firma china Himax, también están trabajando en la identificación biométrica para ser aplicado durante el primer trimestre de 2018.
A diferencia de Apple, la ambición de Qualcomm y Hisense trasciende la telefonía, ya que piensan en un sistema que identifique al conductor sin posibilidad de error, también tiene aplicación para IoT y vigilancia, entre otras cosas.